"Vamos, caminemos por un rato", e invito a mi mente a un paseo por los jardines del Edén. Una caminata no muy larga ni muy corta, donde me encuentro con pensamientos diversos en distintas circunstancias. Veo como las hojas caen de manera suave y cordial, como si entre ellas bailasen y me invitaran a hacerlo con ellas incentivando movimientos de mi cuerpo incontrolables y dulces. Brican por entremedio de ellas, olores y colores, que jamás, en la realidad, se podrían haber sentido. Colores tales que inundan a mi imaginación en un túnel multicolor lleno de destellos de luz y calma. Olores, que en primera instancia te hacen soñar y sumergirte en nubes de un atardecer romanticamente rosa.
Siento de pronto que mis pies se despegan del suelo y escucho "Salta" entre los susurros del pasto danzante y grillos cantantes. Moviendo un pie enfrente del otro, con delicadeza tal de no aplastar ningún bailarín que se encuentre debajo de mi suela. Minuto a minuto se escucha más fuerte, "ven", como si me llamasen, guiado por mi mente a un abismo desconocido por toda persona. "Ven", una vez más. "Ven y salta". Un pie frente del otro, donde todo parecía anormal y bello. Un pie y otro pie, van y saltan del borde de un edificio del paseo de ensueño de mi mente.
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